miércoles, 30 de abril de 2008

DECÁLOGO DE LA SERENIDAD

· Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.

· Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie sino a mí mismo.

· Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino también en este.

· Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que todas las circunstancias se adapten a mis deseos.

· Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

· Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.

· Sólo por hoy haré por lo menos una sola cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.

· Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré a cabalidad, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.

· Sólo por hoy creeré aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.

· Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad.


PAPA JUAN XXIII

miércoles, 23 de abril de 2008

LAO TSE

56) El que sabe no habla; el que habla no sabe. Cierra la boca, cuida los sentidos, embota los filos, simpli­fica los problemas, opaca el brillo. Deja que las ruedas se muevan sobre viejos senderos: esto es llamado la Misteriosa Identidad. El que ha obtenido este es­tado de consciencia, no le concierne la amistad ni la enemis­tad, ni el bien ni el mal, ni el honor ni la desgracia: es lo más noble que existe bajo el Cielo.

57) Un país se gobierna por la rectitud; una guerra se gana por la destreza, pero el Universo se conquista sin intromisión ni objetivo.
Mientras más leyes y restricciones haya, más pobre se vol­verá la gente; mientras más afiladas están las armas, más pro­blemas traerán al país; mientras más ingeniosos y astutos se vuelvan los hombres, mayores tretas aparecerán; mientras más edictos se desplieguen, más ladrones habrá. El Sabio dice: sin interferencia, el pueblo se transformará; en la paz, la gente se vuelve honrada; sin hacer nada, todos se enriquecen; sin ambiciones, la vida se hace más simple.

SAMUEL WOLPIN

domingo, 20 de abril de 2008

Los blogs, la "nueva peste del milenio"

Arturo von Vacano califica a los blogs como la «nueva peste del milenio»:

[...] «Como sabe el 99 por ciento de los blogeros (sic), los blogs apenas sirven para satisfacer su vanidad personal: cada blogero, según Technorati, entidad dedicada a estudiar, analizar y destripar blogs, tiene una treintena de lectores, es decir, la familia más próxima del "autor" y sus amigos de infancia. Nadie más les lee. Por supuesto, hay excepciones, pero esas excepciones son en realidad la cara (o la máscara) de sendas empresas comerciales dedicadas a vivir de la publicidad que aparece en sus páginas y que paga centavos por cada click visitante. Se necesita de todo un equipo humano para hacer miles de dólares. Ese es el detalle que olvidan los "blogeros" domésticos que aparecen de la noche a la mañana para "bendecir" al mundo con su "arte", su "originalidad" y su lenguaje, que casi siempre deja bastante que desear. Se dan también los blogs dedicados a causas buenas o malas, pero estos son obra de equipos humanos aunque trabajen gratis, como sucede casi siempre, y nadie pueda medir con efectividad el impacto que hacen en este mundo cruel y traidor.

Como fanático del Internet, visito periódicamente unos 20 blogs nuevos y diferentes desde hace tres años y puedo decir ahora que 19 de ellos son malos y el otro es pésimo. Casi todos son obra de un periodista, un poeta, un escritor o un estudiante frustrado. El último que vi me trajo un desesperado mensaje de su autor, escritor potencial, al que parece que ni su madre le lee. El pobre no había descubierto todavía que ese es el mal de que sufre todo blogero, nuevo o veterano»...
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«Que hablen mal de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen» (Oscar Wilde)

lahuelladigital.blogspot.com

Omar jayyam

Entregué mi alma y mi ser

a cambio de una vida de asceta;

pues encontré en la pobreza de un Derviche los más grandes tesoros.

En la Balanza de la Justicia

no hay, que digamos, mucho bien. En ella ganan y triunfan

la audacia y la estultez.

¿Hasta cuándo seguirás, dejándote humillar, sirviéndote a la canalla;

alimentándote cual mosca de muladar? Confórmate con tu pan cotidiano,

antes que oír o echarte en cara

tal o cual favor.

Es más honroso dormir, sin comer, sufrir hambre con dignidad, que hartarte del pan de los amos, a costa de vejamen y humillación.

Oración de la Serenidad

Dios concédeme la

Serenidad para aceptar
las cosas que no
puedo cambiar,

Valor para cambiar
aquellas que puedo, y

Sabiduría para reconocer
la diferencia.

T. Morton

sábado, 19 de abril de 2008

CUMPLEAÑOS

Hoy cumple años mi amado hijo Ali Manuel, del cual estamos orgullosos su mamá y yo.

¡Hijo mío! Te deseo que Dios te ayude y te ilumine. Que todo en tu vida sea para bien.

¡Dios me lo bendiga y me lo favorezca!

Dicho sea de paso que este blog no vería la luz de la redes si mi amado hijo Ali Manuel no me hubiese ayudado (y aun me sigue ayudando, espero que siempre lo haga), gracias hijo mío.

¡¡¡FELICITACIONES!!!

jueves, 17 de abril de 2008

Número de Hardy-Ramanujan

El 1729 es el llamado número de Hardy-Ramanujan es el número natural más pequeño que puede ser expresado como la suma de dos cubos positivos de dos formas diferentes:

1729 = 13 + 123 = 93 + 103.

El nombre de estos números proviene de la siguiente historia que tiene como protagonistas a Godfrey Harold Hardy, y Ramanujan: "Una vez, en un taxi de Londres, a Hardy le llamó la atención su número, 1729. Debió de estar pensando en ello porque entró en la habitación del hospital en donde estaba Ramanujan tumbado en la cama y, con un hola seco, expresó su desilusión acerca de este número. Era, según él, un número aburrido, agregando que esperaba que no fuese un mal presagio. No, Hardy, dijo Ramanujan, es un número muy interesante. Es el número más pequeño expresable como la suma de dos cubos positivos de dos formas diferentes".
Hardy, a continuación, le preguntó si conocía la respuesta para las cuartas potencias. Ramanujan contestó, tras pensarlo un momento, que no podía ver la respuesta, pero que pensaba que debía ser un número extremadamente grande. De hecho, la respuesta, obtenida mediante cálculos con ordenador, es 635318657 = 1344 + 1334 = 1584 + 594

es.wikipedia.org

miércoles, 16 de abril de 2008

El Dinero

El dinero podrá comprar:
una cama pero NO el sueño,
comida pero NO el apetito,
adornos pero NO belleza,
una casa pero NO un hogar,
medicina pero NO salud,
lujo pero NO cultura,
libros pero NO cerebro,
diversión pero NO felicidad,
un crucifijo pero NO un Salvador,
una silla en la iglesia pero NO el Cielo.

El que sabe, sabe,...... y el que no,............... ¡¡¡ es JEFE !!!

(Tomado de la página de Eduardo Quezada)

martes, 15 de abril de 2008

Gustavo Adolfo Bécquer


RIMA LIII

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!


domingo, 13 de abril de 2008

VIVES COMO PIENSAS

Los pensamientos son cosas vivas, núcleos de energía, y la calidad de lo que pensamos determina la calidad de lo que vivimos. Si quieres liberar tu mente de las preocupaciones e influencias negativas, y deseas crear una disposición positiva y creativa en muy poco tiempo, ten en cuenta el hecho de que sólo podemos pensar una cosa cada vez.

La principal técnica para “vivir en positivo” es simple. El primer paso consiste en darte cuenta que tienes una idea pesimista, preocupante o negativa. El segundo radica en comprender que con la misma facilidad que has dejado entrar en tu mente esa idea puedes sustituirla por otras alegres. El tercero reside en que cuando un pensamiento indeseable ocupe el punto focal de tu mente, lo sustituyas de inmediato por un pensamiento ejemplar, como si por medio de un proyector reemplazaras una diapositiva por otra.

Para conseguirlo, piensa en lo contrario. Concéntrate en ser alegre y activo. Siente que eres feliz. Mueve tu cuerpo como cuando estás contento y entusiasmado. Siéntate erguido, respira profundamente y dirige el poder de tu mente hacia pensamientos positivos. En pocos minutos notarás una clara diferencia en su estado de ánimo. Si sigues practicando este método y lo aplicas a cada pensamiento negativo que acuda a tu mente, en pocas semanas verás que ya no tiene ningún poder sobre ti.

María Jesús Ribas, EFE

www.univisión.com

No criticar los defectos de los demás

Recuerdo que en mi infancia tenía fuerte inclinación religiosa.
Yo deseaba completarla con actos de piedad y de abstinencia. Pasaba toda la noche recitando los versículos del Qorán, y en ningún momento cerraba los ojos, teniéndolo siempre sobre mis rodillas, mientras todo el mundo dormía profundamente en derredor mío.
Y le dije a mi padre:
- Ninguna persona levanta su cabeza para orar. Todos duermen como si fueran muertos.
- A lo que mi padre respondió:
- ¡Hijo mío! Te es preferible dormir así que criticar los defectos de los demás.

Saadi de Shiraz

sábado, 12 de abril de 2008

LA VOLUNTAD

VOLUNTAD, ES HACER LAS COSAS QUE UNO SE PROPONGA, SEAN ESTAS PEQUEÑAS O GRANDES.

ES BUENO EMPEZAR PROPONIENDOSE COSAS PEQUEÑAS, QUE LAS GRANDES VIENEN SOLAS.

LO QUE TE PROPONGAS, HAZLO.

NO TE PROPONGAS COSAS EXAGERADAS. COMIENZA POR COSAS PEQUEÑAS QUE PUEDAS LOGRAR.

SI NO TIENES VOLUNTAD PARA LAS COSAS PEQUEÑAS, OLVIDATE DE LAS COSAS GRANDES.

MAGIA ES VOLUNTAD.

LA VOLUNTAD ES MAGIA.

¿QUIERES ESTUDIAR LA MAGIA?-ENTONCES PRACTICA LA VOLUNTAD. ¿QUIERES DOMINAR? ENTONCES DOMINATE A TI MISMO.

RECUERDA TEN VOLUNTAD EN LAS COSAS PEQUEÑAS. AHÍ ESTÁ EL SECRETO.

NADA ESTA OCULTO PARA EL QUE BUSCA. EL QUE BUSCA LA VOLUNTAD, LA CONSIGUE.

ESFUERZATE, CONFIA EN TI.

LA VERDAD ESTA EN LA VOLUNTAD.

POR CADA COSA PROPUESTA LOGRADA, SE ADQUIERE UN RANGO DE VOLUNTAD SUPERIOR.

¡VOLUNTAD ES HACER! SI TE PROPONES A HACER UNA COSA Y NO LA HACES, ENTONCES, TIENES QUE ESTUDIAR LA VOLUNTAD.

SI ES NECESARIO IMPLORA A LA MISMA VOLUNTAD QUE TE AYUDE.

Saqgiza

viernes, 11 de abril de 2008

Declaración de los Derechos Humanos


Amado Osho,

Es extraño que los que establecen las normas en el mundo entero, los que se ocupan de poner todos sus recursos y esfuerzos en asegurarse, por todos los medios posibles, de que el hombre no sea hombre, nos pidan que celebremos el «Día de los Derechos Humanos». ¡Pero bueno! ¿Qué es lo que está sucediendo? Amado Maestro, ¿podrías explicárnoslo?

Una de las cosas más fundamentales que hay que recordar siempre, es que estamos viviendo en una sociedad hipócrita.
Una vez le preguntaron a un gran filósofo: « ¿Qué piensas de la civilización?»
El filósofo contestó: «Es una buena idea, pero alguien tiene que transformar la idea en realidad. La «Civilización» todavía no ha ocurrido. Es un sueño del futuro».
La gente que está en el poder -político, religioso, social-, lo está porque la «Civilización» no ha ocurrido. Un mundo civilizado, un hombre maduro, no necesita naciones -todas esas fronteras son falsas. No necesita religiones, porque todas las teologías son sencillamente ficciones.
Los que han estado durante miles de años en el poder -sacerdotes, políticos, súper ricos- tienen todo el poder para impedir la evolución humana. Pero el mejor modo de impedirla es convencer al hombre de que «Ya estás civilizado». Convencerlo de que «Ya eres un ser humano. No necesitas una transformación; es innecesario».
Y la debilidad del hombre consiste en que sabiendo perfectamente que no existe lo que denominamos «Civilización», que no existe lo que denominamos sensibilidad humana, aún cree en todas las mentiras que los políticos le han estado contando, que los sacerdotes le han estado predicando, que los educadores le han estado enseñando, porque parece más sencillo simplemente creer; no necesitas hacer nada más.
Reconocer el hecho de que todavía no eres hombre, crea miedo. La tierra desaparece bajo tus pies.
La verdad te desnuda totalmente, te desnuda de todas las mentiras, te desnuda de todas las hipocresías. Por eso nadie la desea, todos creen poseerla ya.
¿Puedes ver la estrategia psicológica? Si no le quieres dar algo a alguien, convéncelo, hipnotízalo, repítele una y otra vez: «Ya lo tienes». Y cuando miles de personas a tu alrededor -tus padres, tus maestros, tus sacerdotes, tus líderes- creen en ello, es casi imposible para los recién llegados a este mundo -niños pequeños- no dejarse convencer por esta vieja idea milenaria. Millones de personas vivieron y murieron creyendo que la «Civilización» estaba aquí.
Así que lo primero que quiero que entiendas es que todavía somos bárbaros. Sólo los bárbaros pueden hacer cosas como las que hemos estado haciendo durante miles de años. No seres humanos. En tres mil años, cinco mil guerras... ¿Y llamas al hombre civilizado?
En el siglo veinte, exactamente a la mitad, puede surgir un Adolf Hitler, un Joseph Stalin, un Benito Mussolini y puede surgir un Mao Tse-Tung. ¿Y todavía crees que el hombre es civilizado?
Adolf Hitler, él solo, mató a seis millones de seres humanos; y muy sofisticadamente. Ciencia y tecnología fueron utilizadas. Un millón de judíos; simplemente quemados en cámaras de gas. En unos segundos, miles de personas no son más que humo saliendo por las chimeneas.
Asesinó a tanta gente que era imposible darle a cada persona un entierro convencional.
El hombre no ha sido nunca tan pobre. Hasta los mendigos tienen tumbas, pero él mató a tanta gente, que hacer tumbas para todos ellos... toda Alemania se hubiera transformado en un cementerio. Así que tenía profundas fosas preparadas y la gente simplemente era arrojada a ellas y enterrada. E incluso antes de arrojar sus cuerpos a las fosas, destruía la dignidad de estas personas muertas. Eran despojadas de sus ropas; les afeitaban la cabeza, barba y bigotes, de tal modo que era imposible reconocer la cara de la persona. Les cortaban la cabeza; aquí encontrabas la cabeza, allí una mano, más allá una pierna,... en otro lado, el resto del cuerpo. Y entre miles de personas... Era imposible encontrar a quien buscabas.
¿Por qué lo hizo? Para que nadie pudiese ser reconocido. Aún si encontrabas a alguien muerto, no podías identificarlo, ni siquiera tenías su cuerpo completo.
¿Y dices que el hombre es civilizado?
Y éste no es el fin de la historia. Viendo la Segunda Guerra Mundial, uno puede pensar que se necesita muy poca inteligencia para darse cuenta de que debería ser la última - ¡sólo con ver lo que el hombre se ha hecho a sí mismo...! Pero no, nos estamos preparando para la Tercera Guerra Mundial... y la última.
A Albert Einstein le preguntaron: « ¿Puede decirnos algo acerca de lo que va a suceder en la Tercera Guerra Mundial?»
Y Einstein contestó: «Perdone, no puedo decir nada sobre la Tercera, pero sí sobre la Cuarta». Su interlocutor no lo podía creer; le dijo: « ¡No puede decir nada acerca de la Tercera; ¡tan complicado es...! Pero sí puede decir algo sobre la Cuarta, lo cual es aún más complicado!»
Albert Einstein dijo entonces: «Ud. no me comprende. Sobre la Cuarta puedo decir algo definitivo, categórico. Y es que la Cuarta nunca sucederá, porque la Tercera destruirá toda la vida; no sólo a los seres humanos; también a las rosas. Todo lo que viva desaparecerá de la Tierra».
¿Y dices que la Humanidad se ha civilizado?
No, te han engañado. Y esta Declaración Universal de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos, es la misma hipocresía.
George Gurdieff solía contar una sencilla historia, aunque se refiere a la Humanidad. En la historia había un mago que vivía internado en bosques y montañas y tenía miles de ovejas. Pero el problema era que las ovejas le temían, porque cada día veían que una de ellas era matada para su desayuno y otra para su cena, así que acostumbraban a escaparse, y era difícil encontrarlas en un bosque tan vasto.
Como era mago, usó su magia. Hipnotizó a todas las ovejas, y les habló... A una le dijo: «Tú eres un hombre, no tienes que tener miedo. Sólo las ovejas serán matadas y comidas, tú no. Tú eres un hombre, como yo». A otra le dijo: «Tú eres un león, preferirías morir antes que huir. Tú no eres parte de ellas, así que cuando las matan, no es tu problema. Son para ser matadas, pero tú eres mi amigo más querido en este bosque».
De este modo, le contó a cada oveja una historia diferente, y a partir del segundo día dejaron de escaparse de la casa. Seguían viendo que otra oveja moría, que era sacrificada, pero eso no les preocupaba. Una era un león, otra era un tigre, otra era un hombre, otra era... Ninguna era una oveja, excepto la que era matada.
De este modo, sin ayuda de guardianes, mantenía miles de ovejas. Iban al bosque a por comida, a por agua, y volvían a casa creyendo siempre que: es alguna oveja la que va a morir, no tú. Tú no perteneces a esa plebe. Tú eres un león, respetado, honrado; un amigo del gran mago.
Los problemas del mago estaban resueltos.
Te estoy contando esta historia porque es literalmente verdad acerca de ti. Te han contado cosas, que has aceptado sin ni siquiera mirar alrededor para ver si coincidían o no con la realidad.
Lo primero... mi primera objeción a la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, es que los derechos existen únicamente cuando hay deberes. Los deberes son las raíces; los derechos, las flores: No puedes tener derechos sin deberes. Y celebrar un día al año por los Derechos Humanos... Sin embargo, no se celebra un día por los Deberes Humanos, que es lo primero.
¿Por qué no hablan sobre los deberes? Porque no quieren darte tus derechos humanos. Sin deberes, tan sólo puedes hablar de derechos, pero no los tendrás en tus manos.
Y los políticos que han hecho esta declaración no tienen la menor noción sobre deberes. Te daré algunos ejemplos.
Ellos dicen que todos los seres humanos son iguales. Y, por supuesto, esto satisface el ego de cada ser humano; nadie pone objeciones. Es una de las mentiras más peligrosas que se le han contado al hombre. Y yo te digo, la igualdad es un mito. No hay ni siquiera dos seres humanos iguales, de ningún modo, en ninguna dimensión. No digo que sean desiguales; digo que son únicos, incomparables, así que la cuestión de igualdad o desigualdad no aparece. ¿Eres igual a las columnas de este recinto? Las columnas pueden ser hermosas, pero tú no eres igual a ellas. ¿Significa esto que tú eres inferior a las columnas? Significa simplemente que tú no eres una columna; las columnas, son columnas; tú eres tú.
Cada ser humano es una categoría en sí mismo. Y a menos que reconozcamos el «ser único» de cada individuo, no habrá derechos humanos, ni habrá un mundo civilizado, humano, amoroso, gozoso.
En la Declaración, una y otra vez enfatizan el hecho de que debes amar a todos los seres humanos; sois todos hermanos. ¿Pero has visto alguna vez hermanos que se amen? ¿Hermanos que sean amigos? Nadie pelea como pelean los hermanos. Y el hecho de decir: «Sois todos hermanos», no lo convierte en realidad.
La gente que proclama estos Derechos Humanos, ¿qué autoridad tienen? ¿Quiénes son? Políticos... Ellos son la causa de todas las guerras, ellos son la causa de toda clase de violencias que suceden en el mundo. Son los que mantuvieron a casi la mitad de la Humanidad -la mujer- en estado de esclavitud. Pero leyendo la Declaración, realmente disfruté mucho... Porque no habla de hermanas, sino sólo de hermanos; las hermanas no cuentan, a pesar de ser la mitad de la Humanidad. Ni siquiera son mencionadas.
Estos políticos se expresan muy bien, son inteligentes, astutos... casi todos provienen de profesiones liberales. Dicen que no debería haber discriminación entre el hombre y la mujer, entre negros y blancos, entre razas, religiones, ideologías políticas. ¿Y quién crea esta discriminación? La misma gente que hace la Declaración. Esclavizaron a la mujer durante siglos, y todavía no están dispuestos a darle su libertad, que, según su propia declaración, es un derecho humano básico.
Los negros son tratados como animales. Hasta fines del siglo pasado, eran vendidos, subastados en los mercados como mercancías. Y aún hoy, no son respetados como lo son los blancos.
Y son los blancos -todos estos políticos son blancos- quienes han llevado a la Humanidad al estado de esclavitud durante trescientos años. Todos tenían sus imperios. Inglaterra poseía el mayor; se decía que el sol nunca se ponía en ese Imperio. En algún lugar del Imperio el sol siempre brillaba y siempre era de día.
Pero otros blancos no se quedaban atrás: franceses, portugueses, españoles, tenían grandes imperios, explotando toda la Tierra. Han sido los parásitos. Y es gracioso que todos estos parásitos estén ahora proclamando los derechos humanos.
Pero yo sé que todos estos derechos sólo son hipocresía. Y lo sé por experiencia propia.
Uno de los derechos enumerados en esta Declaración dice que nadie puede ser arrestado sin una orden de arresto. Exactamente así fui arrestado en América, sin orden de arresto ni registro. Ni siquiera me pudieron decir verbalmente qué crimen había cometido. Cuando les pregunté: « ¿Qué crimen he cometido? Por lo menos debo saberlo.» La respuesta fueron armas cargadas. Doce armas cargadas cercando mi avión.
Cuando la respuesta son las armas, puedes estar seguro de que la civilización está todavía lejos.
Fueron muy astutos; no sólo me arrestaron sin tener la orden, sino que lo hicieron deliberadamente a una hora que implicaba permanecer encarcelado por lo menos dos días. El Tribunal no abriría hasta el lunes y sólo entonces podría conseguir la fianza.
Estaban seguros de que la obtendría, pues no había ninguna prueba o evidencia en contra mía. Eligieron el momento en que el Tribunal estaba cerrado por dos días, para poder tener la satisfacción de torturarme durante ese tiempo. No me sorprendí cuando al tercer día, el Tribunal me negó la salida bajo fianza.
El magistrado, una mujer, ni siquiera permitió a mis abogados cuestionar el hecho de que fui arrestado sin una orden en un país democrático que se precia de ser el más democrático del mundo. El Tribunal no me permitió ni siquiera discutirlo, porque discutirlo les expondría. Estaba fuera de lugar concederme la fianza. En primer lugar fui arrestado sin ninguna orden; aún después de tres días no la tenían. La cuestión de la fianza ni se planteó.
La fianza no fue concedida.
En el segundo Tribunal, el Tribunal Supremo Federal, tampoco fue discutido el tema. « ¿Qué pasa con mi arresto?», ésta es la pregunta básica; lo demás es secundario. Arrestas a alguien sin decirle siquiera por qué le estás arrestando...
Y en estos Derechos Humanos, estos mismos políticos, mantienen en América que nadie puede ser arrestado sin una orden oficial; éste es un derecho fundamental.
Si yo no hubiese sido arrestado, quizás no hubiera llegado a saberlo.
Dicen que nadie debe interferir en la filosofía, en la religión, en la ideología política de otro, pues ése es el derecho inherente a todo individuo. Pero mi comunidad en América fue destruida porque era el único lugar sin discriminación de ninguna clase. ...el cristianismo, que yo no sea blanco, que mi comuna sea universal... Había negros, gente de todas clases, de todas las partes del mundo... Destruyeron una comunidad donde se respetaban los derechos humanos en todos sus detalles.
Superficialmente el hombre se ha civilizado, pero en las oscuras profundidades del inconsciente, sigue siendo un bárbaro.
En la introducción de esta declaración se dice: «Estamos decididos a eliminar toda forma de intolerancia o discriminación basada en la religión o creencia». Esto no es cierto en ningún país. Las religiones luchan constantemente y si el gobierno está compuesto de fanáticos religiosos, la minoría es aplastada y destruida por todos los medios posibles. Es un buen deseo, pero la gente que lo desea está completamente equivocada.
En la convención en la cual la ONU proclamó estos Derechos Fundamentales, la Unión Soviética estaba ausente, así como otros ocho países comunistas. EEUU estaba presente. La Declaración fue adoptada por unanimidad -todos a favor, nadie en contra-. Lo menciono porque el hacer esta declaración fue básicamente una iniciativa de EEUU. Y éste es el primer país que va en contra de cada derecho humano.
Ahora mismo, EEUU acaba de dar doscientos millones de dólares a los terroristas en Nicaragua, para destruir a un pequeño país que, como Cuba, se ha hecho comunista. América lo ha inundado de terroristas; millones de dólares son vertidos continuamente, para apoyar a los terroristas con armas y con todo. Y esta Declaración dice que todos los países son soberanos y ninguno debería interferir en la vida de otro, en su religión -eso es asunto suyo-, en cómo quieren vivir, en qué quieren creer o no creer. No es asunto de nadie más. Si en algún pequeño país la gente ha aceptado como estilo de vida y estructura social el comunismo, ¿quiénes son los EEUU? ¿Y qué derecho tienen?
Nicaragua apeló al Tribunal Mundial; y el Tribunal Mundial aunque lleno de jueces americanos, le dijo a EEUU: «Vuestra acción está en contra de la Declaración de los Derechos Humanos. Es criminal». Ronald Reagan simplemente lo ignoró. Dijo: «No nos importa el Tribunal Mundial, ni sus decisiones».
Ahora bien, ésta es la gente que hizo la Declaración. Crearon este Tribunal para decidir en situaciones en las que surgiera algún conflicto, pero esta gente no está dispuesta a escuchar. ¿Ves a los políticos detrás de todo esto? El Tribunal Mundial, la Declaración, todo son fachadas para esconder las cosas. Si algún país pequeño hiciera lo mismo, se le daría la razón al Tribunal, y EEUU actuaría a su favor para destruir a ese país por estar cometiendo un acto criminal. Pero al ser EEUU quien comete esa acción criminal, puede simplemente decir: «No nos importa el Tribunal Mundial».
¿Y qué puede hacer este Tribunal? No tiene ejércitos, no tiene poder. Tiene todo el poder que le ha sido dado a los políticos; pero si los mismos políticos ignoran la ley que ellos han hecho, ¿qué puede hacer el Tribunal?
Y la ONU guarda silencio. Su Tribunal ha sido insultado. Si la gente de la ONU tuviese alguna dignidad, debería disolverla y disolver el Tribunal Mundial, porque, ¿qué sentido tiene? Hoy lo hace EEUU; otros países lo harán mañana.
La Unión Soviética es mucho mejor y tiene razón, porque nunca participó en esta declaración. No es parte de esta Declaración. Ningún gobierno comunista lo hizo. Así que, por lo menos, mostraron desde el principio que todas estas cosas son falsas. ¿A quién están tratando de engañar?
De alguna manera, esta Declaración no es muy racional. Por ejemplo, en esta larga lista falta el derecho a dejar el cuerpo cuando uno ha vivido lo suficiente y ya está débil, enfermo, viejo, es una carga, y no sirve para nada... está sufriendo innecesariamente y esperando la muerte. ¿Por qué esperar? ¿Por qué torturar innecesariamente a este hombre?
La sociedad es responsable de miles de personas que viven siendo torturadas en los hospitales, en casas o en clínicas. No tienen ninguna posibilidad de volver a tener una vida sana, creativa, de alguna utilidad. Pero siguen vegetando; y la medicina está suficientemente desarrollada... Los puedes mantener en hospitales durante años. Respiración artificial... quizás el hombre ya esté muerto, pero a causa de la respiración te engañas.
En esta larga lista, uno de los derechos humanos más importante no está incluido. Y ese derecho, es el derecho a dejar el mundo, a devolver el billete, a decir: «Quiero volver a casa, ¿quién eres tú para impedírmelo, a mí o a cualquier otro?»
Este derecho es muy significativo hoy en día. En los países avanzados el promedio de vida se ha alargado tanto que cada vez más gente estará en una situación en la cual sus hijos e hijas son ya viejos -ochenta, noventa años...-, la cuarta, quinta o sexta generación ha llegado ya y no puede tener ninguna conexión con un hombre de ciento veinte años de edad, vegetando en un hospital. Esos recién llegados no tienen ninguna relación con ellos, no les guardan ningún respeto.
Los meses pasan y esa gente mayor está por ahí, en los hospitales, esperando a que tal vez alguien venga -un amigo, un niño, un viejo conocido- a encontrarse con ellos. Nadie viene. La gente los evita. Te aburren, naturalmente; es casi como leer un periódico de hace cincuenta, sesenta años. Si vas a verlos te hablarán únicamente de aquellos días dorados, cuando eran jóvenes y la vida, una aventura. No puedes conectar con ellos, y sencillamente te aburres. Todo ha cambiado tanto en cincuenta años que esa gente ni siquiera se da cuenta de qué es lo que ha cambiado.
Pero ningún gobierno del mundo acepta el derecho a morir, la eutanasia. En esta larga Declaración la eutanasia no está incluida.
Los políticos son muy, muy astutos. No quieren controversia; sólo dicen cosas que te gustan y que les vayan a gustar a todos.
No se preocupan por la situación actual y los cambios que necesita. Su único esfuerzo es tratar de hacerte feliz mediante falsas palabras. En ninguna parte del mundo se aplica ninguno de los derechos básicos.

Destructores de ira

He aquí más cosas que puedes hacer cuando comiences a enfadarte:

  • habla con un amigo de confianza;
  • cuenta hasta 10;
  • recibe o da un abrazo;
  • zapatea;
  • golpea una almohada porque a la almohada no le duele;
  • haz un dibujo de tu ira;
  • juega con tu video-juego;
  • da cinco vueltas por la casa corriendo tan rápido como puedas;
  • canta al unísono de la música del estéreo;
  • quita la maleza del jardín;
  • piensa en cosas buenas (unas vacaciones divertidas o tu deporte favorito);
  • date una vuelta en bicicleta o vete a patinar.

Es imposible no enfadarse nunca. Más bien, recuerda que tu comportamiento cuando te enojas puede hacer que la situación mejore o empeore. No dejes que la ira te controle. ¡Toma las riendas!

www.kidshealth.org

JERARQUÍA DE LA FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO

JERARQUÍA DE LA FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO

El término jerarquía da la idea de grados, de superposición de algo o alguien sobre otro u otros. En el caso de la Jerarquía de las Fuentes, la terminología antes anotada, es equivalente. Por ello hablar de la jerar­quía de las fuentes, es determinar qué fuentes están en el máximo grado o posición y qué fuentes le están subordinadas en forma descendente dentro de un ordenamiento jurídico; a los fines de determinar la preferencia e idoneidad de su aplicabilidad a un caso concreto, de acuerdo a la posición que ocupen dichas fuentes.

Esta posición o grado que ocupen las fuentes, viene dado por el valor que el mismo ordenamiento jurídico le otorgue a dichas fuentes, siendo indiscutible que las normas constitucionales o la Constitución se encuen­tra en la cúspide o el vértice de todo el ordenamiento jurídico, y ello es así para todas las disciplinas jurídicas, a tenor de lo establecido en el artículo 7 de nuestra Carta Magna que reza:

"Artículo 7: La Constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico. Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetas a la Constitución".

En relación a la jerarquía o posición relevante de las demás fuentes, varían de una disciplina a otra, aún cuando tengan las mismas fuentes. Sólo que determinadas fuentes pueden ser más importantes o tener ma­yor relevancia para una disciplina que para otra, dependiendo general­mente de los principios que informan a cada disciplina jurídica. Un ejem­plo evidente, es el Derecho Administrativo en comparación con el Dere­cho Laboral. El primero está inspirado en el principio 'de legalidad, por lo que para este derecho, la ley (en su concepción amplia) ocupa un lugar relevante; mientras que en el Derecho Laboral, inspirado en el principio in dubio pro operario, la costumbre puede ocupar un lugar privilegiado, debiendo ser aplicada con preferencia a una ley, si aquélla favorece más al trabajador, salvo que la ley revista carácter de orden público estricto (ar­tículo 6 último aparte R.L.O.T.).

Dentro del ordenamiento jurídico del Derecho Administrativo (apar­te de la Constitución, que es la ley suprema), tienen gran importancia la ley y los reglamentos, éstos últimos en especial, debido a la amplia potes­tad reglamentaria que poseen los órganos de la Administración Pública. Igual relevancia han adquirido en los últimos años, los decretos con fuer­za de ley dictados por el Presidente de la República. Singular importancia tiene también dentro del ordenamiento jurídico administrativo, la juris- prudencia; pero no por el grado jerárquico que ocupa en relación a las anteriores fuentes (ley, decretos, reglamentos), sino por la prolija pro­ducción jurisprudencial de nuestros tribunales, a veces ante la ausencia de normas legales y reglamentarias y otras por la interpretación de ellas.

De acuerdo a nuestra práctica forense y con los matices que cada una de las fuentes presentan en determinadas circunstancias (que estudiare­mos de seguidas), la jerarquía de las fuentes del Derecho Administrativo a nuestro juicio es la siguiente:

1º Constitución

2º Los Tratados

3º Decretos Leyes

4° Leyes

5º Los Decretos Legislativos

6° Los Reglamentos

7° Los Instructivos e Instrucciones

La Jurisprudencia

9° Analogía

10° La Doctrina

11º Los Principios Generales del Derecho

12° La Costumbre

13º Las Prácticas Administrativa

14° Los Dictámenes Jurídicos.

Ha de hacerse la salvedad que esta jerarquía, no es rígida, pues algu­nas fuentes pueden ocupar la misma posición, como es el caso por ejem­plo de las leyes, los tratados, los decretos legislativos (los tres tienen ran­go legal); pero por los solos efectos de llevar un orden, se colocan en la referida posición. Así mismo ha de advertirse, por ejemplo, que la doctri­na en nuestro ordenamiento jurídico, en especial la extranjera, tiene gran relevancia, pues ha sido utilizada en muchas oportunidades como fuente de producción de normas y fuente de conocimiento para la solución de conflictos judiciales, y con base en ello está colocada antes de los princi­pios generales del derecho, y es que la doctrina siempre recoge dichos principios para sus argumentaciones, por lo que se acude primero a ella que a los principios. En el mismo orden de ideas, debemos señalar que la jurisprudencia a pesar de no estar ubicada en una posición relevante (dado su carácter no vinculante); no obstante, cuando se trate de decisiones contentivas de interpretaciones sobre las normas y principios constitu­cionales, emanadas de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, ella adquiere el carácter de obligatoriedad y por ende ostenta mayor jerarquía. Igual situación se presenta en relación a los tratados, pues los mismos solamente presentan jerarquía preponderante, cuando son contentívos de derechos humanos o cuando se trate de Tratados de integración. En lo que respecta a los Decretos Leyes, los mismos se colocaron debajo de los Tratados, por considerar que ellos restringen el ejercicio y garantías de derechos constitucionales, por lo que ocupan una posición superior a las leyes y Decretos Legislativos. Es pues, la determinación de la jerarquía de las fuentes del Derecho Administrativo un aspecto compli­cado, pues el orden varía, es decir, algunas fuentes se sobreponen a otras en determinadas circunstancias.

CARTA DE JAMAICA

Simón Bolívar

[1815]

Muy señor mío: Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que usted me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.

Sensible como debo, al interés que usted ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que usted me hace, sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de corresponder a la confianza con que usted me favorece, y el impedimento de satisfacerle, tanto por la falta de documentos y de libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo.

En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que usted me ha honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura, y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por sus posiciones físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por los cálculos de la política.

Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de usted, no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas, en las cuales ciertamente no hallará usted las ideas luminosas que desea, mas sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.

«Tres siglos ha —dice usted— que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón». Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapa, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas, extractada de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí: como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario.

Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de usted en que me dice «que espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas, acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos meridionales». Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos; porque el destino de América se ha fijado irrevocablemente: el lazo que la unía a España está cortado: la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que antes las enlazaba ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí nacía un principio de adhesión que parecía eterno; no obstante que la inconducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatía; o, por mejor decir, este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo contrario; la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos: todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado y hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.

Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los in dependientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio.

El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú, conmoviendo a Arequipa, e inquietado a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de su libertad.

El reino de Chile, poblado de ochocientas mil almas, está lidian do contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles, que el pueblo que ama su independencia, por fin la logra.

El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes, es, sin duda, el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del rey, y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella porción de América, es indubitable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias.

La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito que con la mayor dificultad contienen sus enemigos, por ser fuertemente adicto a la causa de su patria; y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morigeros y bravos moradores del interior.

En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de América. Sus tiranos gobiernan un desierto, y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor, en los campos y en los pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a los que insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela y sin exageración se puede conjeturar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todos resultados de la guerra.

En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, siete millones ochocientas mil almas con inclusión de Guatemala. Desde aquella época, la insurrección que ha agitado a casi todas sus provincias, ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo que parece exacto; pues más de un millón de hombres han perecido, como lo podrá usted ver en la exposición de Mr. Walton que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mejicanos serán libres, porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados, o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Reynal: llegó el tiempo en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar.

Las islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas pueden formar una población de setecientas a ochocientas mil almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desearán su bienestar?

Este cuadro representa una escala militar de dos mil leguas de longitud y novecientas de latitud en su mayor extensión en que dieciséis millones de americanos defienden sus derechos, o están comprimidos por la nación española que aunque fue en algún tiempo el más vasto imperio del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo. ¿Y~~ y amante de la libertad permite que una vieja serpiente por sólo satisfacer su saña envenenada, devore ta más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido para ser de este modo insensible? Estas cuestiones cuanto más las medito, más me confunden; llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América, pero es imposible porque toda Europa no es España. ¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar América, sin marina, sin tesoros y casi sin soldados! Pues los que tiene, apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia, y defenderse de sus vecinos. Por otra parte, ¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo sin manufacturas? Sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Lograda que fuese esta loca empresa, y suponiendo más, aun lograda la pacificación, los hijos de los actuales americanos únicos con los de los europeos reconquistadores, ¿no volverían a formar dentro de veinte años los mismos patrióticos designios que ahora se están combatiendo?

Europa haría un bien a España en disuadirla de su obstinada temeridad, porque a lo menos le ahorrará los gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin de que fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. Europa misma por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses.

Cuantos escritores han tratado la materia se acordaban en esta parte. En consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos. Pero hasta nuestros hermanas del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos, ¿porque hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad en el hemisferio de Colón?

«La felonía con que Bonaparte —dice usted— prendió a Carlos IV y a Fernando VII, reyes de esta nación, que tres siglos la aprisionó con traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto manifiesto de retribución divina y, al mismo tiempo, una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos, y les concederá su independencia».

Parece que usted quiere aludir al monarca de Méjico Moctezuma, preso por Cortés y muerto, según Herrera, por el mismo, aunque Solís dice que por el pueblo, y a Atahualpa, inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego Almagro. Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y los reyes americanos, que no admiten comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimozín sucesor de Moctezuma, se le trata como emperador, y le ponen la corona, fue por irrisión y no por respeto, para que experimentase este escarnio antes que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca fueron las del rey de Michoacán, Catzontzin; el Zipa de Bogotá, y cuantos Toquis, Imas, Zipas, Ulmenes, Caciques y demás dignidades indianas sucumbieron al poder español. El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535 con el Ulmén de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano y, en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España; aparenta restituir al legítimo a sus estados y termina por encadenar X echar a las llamas al infeliz Ulmén, sin querer ni aún oír su defensa. Este es el ejemplo de Fernando VII con su usurpador; los reyes europeos sólo padecen destierros, el Ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz.

«Después de algunos meses —añade usted— he hecho muchas reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus sucesos; pero me faltan muchos informes relativos a su estado actual y a lo que ellos aspiran; deseo infinitamente saber la política de cada provincia como también su población; si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía. Toda noticia de esta especie que usted pueda darme o indicarme las fuentes a que debo ocurrir, la estimaré como un favor muy particular».

Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza le han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar esta noble sensación; usted ha pensado en mi país, y se interesa por él, este acto de benevolencia me inspira el más vivo reconocimiento.

He dicho la población que se calcula por datos más o menos exactos, que mil circunstancias hacen fallidos, sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres, y muchas veces errantes; siendo labradores, pastores, nómadas, perdidos en medio de espesos e inmensos bosques, llanuras solitarias, y aislados entre lagos y ríos caudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas? Además, los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros accidentes alejan de sus hogares a los pobres americanos. Esto sin hacer mención de la guerra de exterminio que ya ha segado cerca de un octavo de la población, y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son insuperables y el empadronamiento vendrá a reducirse a la mitad del verdadero censo.

Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política, y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se puede prever cuando el género humano se hallaba en su infancia rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál seria el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquélla grande? En mi concepto, esta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado. No obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de política que América siga, me atrevo aventurar algunas conjeturas que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no por un raciocinio probable.

La posición de los moradores del hemisferio americano, ha sido por siglos puramente pasiva; su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más abajo de la servidumbre y, por lo mismo, con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame usted estas consideraciones para elevar la cuestión. Los Estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella; luego un pueblo es esclavo, cuando el gobierno por su esencia o por sus vicios, holla y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que América no solamente estaba privada de su libertad, sino también de la tiranía activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la voluntad del gran sultán, Kan, Bey y demás soberanos despóticos, es la ley suprema, y ésta, es casi arbitrariamente ejecutada por los bajáes, kanes y sátrapas subalternos de Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que participan los súbditos en razón de la autoridad que se les confía. A ellos está encargada la administración civil, militar, política, de rentas, y la religión. Pero al fin son persas los jefes de Ispahán, son turcos los visires del gran señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. China no envía a buscar mandarines, militares y letrados al país de Gengis Kan que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son descendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes tártaros.

¡Cuán diferente entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que, además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente, con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo, moraríamos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las revoluciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos está permitido ejercer sus funciones.

Los americanos en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo y, cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere usted saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta.

Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la humanidad?

Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones.

El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores, conquistadores y pobladores de América que, como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación; con otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a los naturales del país, originarios de España, en cuanto a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código.

De cuanto he referido, será fácil colegir que América no estaba preparada, para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió por el efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona, y por la inicua guerra que la regencia nos declaró sin derecho alguno para ello no sólo por la falta de justicia, sino también de legitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos conminatorios y hostiles, y el curso entero de su desesperada conducta, hay escritos del mayor mérito en el periódico El Español, cuyo autor es el señor Blanco; y estando allí esta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito a indicarlo.

Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos y, lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un Estado organizado con regularidad.

Cuando las águilas francesas sólo respetaron los muros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron a los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced de un usurpador extranjero. Después, lisonjeados con la justicia que se nos debía, con esperanzas halagüeñas siempre burladas; por último, incierto sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución. En el primer momento sólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior; se establecieron autoridades que sustituimos a las que acabábamos de deponer encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno constitucional digno del presente siglo y adecuado a nuestra situación.

Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente, se constituyó un gobierno independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad los establecimientos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su Constitución el sistema federal más exagerado que jamás existió; recientemente se ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general, que ha obtenido cuantas atribuciones le corresponden. Según entiendo, Buenos Aires y Chile han seguido esta misma línea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta distancia, los documentos son tan raros, y las noticias tan inexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro de sus transacciones.

Los sucesos de México han sido demasiado varios, complicados, rápidos y desgraciados para que se puedan seguir en el curso de la revolución. Carecemos, además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos. Los independientes de México, por lo que sabemos, dieron principio a su insurrección en septiembre de 1810, y un año después, ya tenían centralizado su gobierno en Zitácuaro, instalado allí una junta nacional bajo los auspicios de Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del célebre general Rayón; lo cierto es que uno de estos dos grandes hombres o ambos separadamente ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente ha aparecido una constitución para el régimen del Estado. En marzo de 1812 el gobierno residente en Zultepec, presentó un plan de paz y guerra al virrey de México concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gentes estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos; pues que no debía ser más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra, inviolables para los mismos infieles y bárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad, ni se degollasen los que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quitasen para sacrificarlas y, concluye, que en caso de no admitirse este plan, se observarían rigurosamente las represalias. Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la junta nacional; las comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de México, por mano del verdugo; y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles con su furor acostumbrado, mientras que los mexicanos y las otras naciones americanas no la hacían, ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia se conservó la apariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de la monarquía. Parece que la junta nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, y el número de sus miembros muy limitado.

Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma demócrata y federal para nuestros nacientes Estados. En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el general han conducido aquel precioso país al estado a que se ve reducido en el día. Por esta razón sus débiles enemigos se han conservado contra todas las probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente, estas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española que sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y codicia.

Es más difícil, dice Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres, sometidas al yugo, y muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir instituciones liberales, y aun perfectas; sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza infaliblemente en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero ¿seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una República? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado, se lance a la esfera de la libertad, sin que, como a Ícaro, se le deshagan las alas, y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio verosímil, que nos halague con esta esperanza.

Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una monarquía universal de América, porque este proyecto sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se reformarían, y nuestra regeneración sería infructuosa. Los Estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería México, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el istmo de Panamá punto céntrico para todos los extremos de este vasto continente, ¿no continuarían éstos en la languidez, y aún en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo sería necesario que tuviese las facultades de un Dios y, cuando menos, las luces y virtudes de todos los hombres.

El espíritu de partido que al presente agita a nuestros Estados, se encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder, que únicamente puede reprimirlo. Además, los magnates de las capitales no sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como a otros tantos tiranos; sus celos llegarían hasta el punto de comparar a éstos con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso deforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión.

Mr. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en quince o diecisiete Estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diecisiete naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirla, es menos útil; y así no soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí mis razones. El interés bien entendido de una república se circunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los republicanos a extender los términos de su nación, en detrimiento de sus propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una Constitución liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos, a menos que los reduzcan a colonias, conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas republicanos, y aún diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso en sí mismo o por sus dependencias, al cabo viene en decadencia, y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla, y ocurre por último al despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia; el de las grandes es vario, pero siempre se inclina al imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las segundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no lo era el resto de sus dominios que se gobernaban por leyes e instituciones diferentes.

Muy contraria es la política de un rey, cuya inclinación constan te se dirige al aumento de sus posesiones, riquezas y facultades; con razón, porque su autoridad crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos, como a sus propios vasallos que temen en él un poder tan formidable cuanto es su imperio que se conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones pienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos, y me parece que estos deseos se conforman con las miras de Europa.

No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehuso la monarquía mixta de aristocracia y democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado a Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos que nos conducirán a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de América; no la mejor, sino la que sea más asequible.

Por la naturaleza de las localidades, riquezas, población y carácter de los mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder Ejecutivo, concentrándolo en un individuo que, si desempeña sus funciones con acierto y justicia, casi naturalmente vendrá a conservar una autoridad vitalicia. Si su incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe, ese mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía que al principio será limitada y constitucional, y después inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona.

Los Estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizás una asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del mundo: estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra! Como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio.

Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que con el nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía Honda. Esta posición aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganados, y una gran de abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados, y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Guajira. Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república, una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas las formas y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como esta es mi patria, tengo un derecho incontestable para desearla lo que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación; y entonces formará por sí sola un Estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todos géneros.

Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el Perú; juzgando por lo que se trasluce y por las apariencias, en Buenos Aires habrá un gobierno central en que los militares se lleven la primacía por consecuencia de sus divisiones intestinas y guerras externas. Esta constitución degenerará necesariamente en una oligarquía, o una monocracia, con más o menos restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal caso sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida gloria.

El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de Europa y Asia llegarán tarde o nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre.

El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal; oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos, o se humilla en las cadenas. Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece Lima por los conceptos que he expuesto, y por la cooperación que ha prestado a sus señores contra sus propios hermanos los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que el que aspira a obtener la libertad, a lo menos lo intenta. Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia; los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las persecuciones tumultuarias, y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si concibe recobrar su independencia.

De todo lo expuesto, podemos deducir estas consecuencias: las provincias americanas se hallan lidiando por emanciparse, al fin obtendrán el suceso; algunas se constituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales; se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes secciones, y algunas serán tan infelices que devorarán sus elementos, ya en la actual, ya en las futuras revoluciones, que una gran monarquía no será fácil consolidar; una gran república imposible.

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración, otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St. Pierre que concibió el laudable delirio de reunir un Congreso europeo, para decidir de la suerte de los intereses de aquellas naciones.

«Mutuaciones importantes y felices, continuas pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales». Los americanos meridionales tienen una tradición que dice: que cuando Quetzalcoatl, el Hermes, o Buda de la América del Sur resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos designados hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno, y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición, no opera y excita una convicción de que muy pronto debe volver? ¡Concibe usted cuál será el efecto que producirá, si un individuo apareciendo entre ellos demostrase los caracteres de Quetzalcoatl, el Buda de bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No cree usted que esto inclinaría todas las partes? ¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas, y los partidarios de la corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?

Pienso como usted que causas individuales pueden producir resultados generales, sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o dios del Anáhuac, Quetzalcoatl, el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que usted propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mexicano y no ventajosamente; porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su nombre quiere decir Santo Tomás; otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán, Chilan-Cambal. En una palabra, los más de los autores mexicanos, polémicos e historiadores profanos, han tratado con más o menos extensión la cuestión sobre el verdadero carácter de Quetzalcoatl. El hecho es, según dice Acosta, que él establece una religión, cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás como lo afirman otros célebres autores. La opinión general es que Quetzalcoatl es un legislador divino entre los pueblos paganos de Anáhuac, del cual era lugarteniente el gran Moctezuma, derivando de él su autoridad. De aquí que se infiere que nuestros mexicanos no seguirían al gentil Quetzalcoatl, aunque apareciese bajo las formas más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y exclusiva de las otras.

Felizmente los directores de la independencia de México se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto proclamando a la famosa Virgen de Guadalupe por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus banderas. Con esto, el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneración de esta imagen en México es superior a la más exaltada que pudiera inspirar el más diestro profeta.

Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga, siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia.

Yo diré a usted lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles, y de fundar un gobierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares y combatida por España que posee más elementos para la guerra, que cuantos furtivamente podemos adquirir.

Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo.

Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de someter a usted para que los rectifique o deseche según su mérito; suplicándole se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a usted en la materia.

Soy de usted, etc., etc.

Kingston, 6 de septiembre de 1815